a Thomas Fournier-Airaud
Mira el mundo según
un relato, me dice, una ilusión
que da sentido al tiempo
que lo separa del final. Parece
que realmente cree
en lo que dice. Pienso, de inmediato,
y hasta le objeto, que
ese relato tiene que tener
asideros afuera.
Que la ilusión contiene lo ilusorio
muchas veces. Hablamos
sobre el asunto, pero, entre argumentos
que examinamos, pienso
de pronto que esa argucia que plantea
y que defiende con
razones es -el vértigo es fugaz-
el resultado de años
de reincidir en traumas, de buscar
acaso amargamente
cómo modificarlos y forjar
otra clase de pulso
para las horas. Algo que lo salve
de la puntual debacle
de la vida. Y me callo, cohibido,
y entonces puedo oír
otra voz, que me cuenta el Paraíso
una vez más y al cual
quizás entremos si lo pergeñamos
de modo verosímil.