Esta bolsa, chiquita,
de huesos, este cuerpo que, sufrido
y vacilante, huero,
vagaba por desiertos o temblores
--y el oasis, vedado--,
descansa ahora en tu regazo dulce.
Toco tu piel, abrazo
tu lenta suavidad, incomparable,
indefinible, intento
--pero jugando-- que tus rulos sean
un poco menos risa,
y no lo logro, menos mal, qué suerte.
Somos, entonces, los
protagonistas --cámara y milagro--
de una, nos lo decimos,
película francesa, y la función,
que no sabemos cuándo
volverá a repetirse, la queremos
inacabable. Sí:
esta piel, que por años parecía
que había muerto, pudo
volver a florecer. Y, así, respiro
entre tus brazos, joven
una vez más, en calma... Hasta que un beso,
y después otro, y otro,
dan cauce, urgidos, descarados, a
otros asuntos menos
bucólicos: el cauce se desmadra.
jueves, 22 de marzo de 2012
jueves, 15 de marzo de 2012
Un mundo
Yo sé que las palabras
ni las fotos podrán
tenerte nunca. Que
el beso que nos dimos
anoche se conserva
apenas, desleído
por la ingrata memoria.
Que esa risa que estalla
de repente en tus labios,
y que yo no manejo
ni aunque lo intente, surge
cuando quiere o querés;
que es inútil grabar
para los venideros
ese tacto a distancia
que sonriendo me ciñe.
Somos ese detalle
que el otro guarda, que
recuerda, del que abjura
o por el que suspira
o se alegra. Es posible
que ahora que dormís
no me tengas presente:
soñás, quizá, con una
minuciosa manada
de elefantes a punto
de entrar en un bazar;
o con esa perrita
que te daba la pata
anoche. Lo que sí
es cierto es que, callado,
y cansado, y desnudo,
escribo sobre vos.
Y lo más cierto es que
estas pobres palabras,
que leerás mañana
por la mañana, con
un mate, a las corridas,
jamás conseguirán
mostrar el modo claro
en que tu cuerpo luce
de noche al descansar.
Todavía más cierto
es que no importa. Puede
que el futuro no sepa
nada de vos, ni de
tus labios rumorosos.
Los míos guardarán
su forma, su tibieza,
su increíble dulzura.
Ya no puedo olvidarte,
señora que ha logrado,
sólo con ser, hacer
de estos días un mundo.
ni las fotos podrán
tenerte nunca. Que
el beso que nos dimos
anoche se conserva
apenas, desleído
por la ingrata memoria.
Que esa risa que estalla
de repente en tus labios,
y que yo no manejo
ni aunque lo intente, surge
cuando quiere o querés;
que es inútil grabar
para los venideros
ese tacto a distancia
que sonriendo me ciñe.
Somos ese detalle
que el otro guarda, que
recuerda, del que abjura
o por el que suspira
o se alegra. Es posible
que ahora que dormís
no me tengas presente:
soñás, quizá, con una
minuciosa manada
de elefantes a punto
de entrar en un bazar;
o con esa perrita
que te daba la pata
anoche. Lo que sí
es cierto es que, callado,
y cansado, y desnudo,
escribo sobre vos.
Y lo más cierto es que
estas pobres palabras,
que leerás mañana
por la mañana, con
un mate, a las corridas,
jamás conseguirán
mostrar el modo claro
en que tu cuerpo luce
de noche al descansar.
Todavía más cierto
es que no importa. Puede
que el futuro no sepa
nada de vos, ni de
tus labios rumorosos.
Los míos guardarán
su forma, su tibieza,
su increíble dulzura.
Ya no puedo olvidarte,
señora que ha logrado,
sólo con ser, hacer
de estos días un mundo.
lunes, 5 de marzo de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
Umbral que atravesamos
a Cecilia
Si en estos días me hundo demasiado
en un libro, en la música
o en cualquier otra celda
en que solía, necio, resguardarme
cuando el mundo era mundo, su temor,
y yo vagido incierto,
me vuelvo, sin dudar,
a vos, y a tu niñez
si vuelve a sonreír, si prescindís
de aquel viejo vestido
que promueve el dolor:
y somos como germen que la lluvia
no olvida, aunque se tarde
a veces en besarlo.
Este presente es ciervo
gozoso que la vida
paciente apacentó para después
hacer que se acercara
--y las horas o rías,
que corren y que curan
negros espantos--. ¡Oh!:
reconocemos alas, o su brisa,
en nuestro estar, y salen
pasos justos, livianos.
- . - . -
este poema puede ser escuchado cliqueando aquí
Suscribirse a:
Entradas (Atom)