lunes, 28 de junio de 2010

La mera neta

Ronquido fiduciario, calculás
como en la toma de los tres canijos;
hijo del vientre de la limadura,
tino comprás, y arroz.

Hinojos de despliegue, la balanza
que te sopesa, pesa de entredichos,
sinapismo de aldaba,
sabe que el fruto de tu cepo es Dios.

Insípido, voraz, vincapervinca,
tacita que se rompe,
te arrojás con bigornias y mancuernas
hasta acabar en llanto sumergido.

Y el calefón que otrora
te permitiera hacer de cinamomo
es lípido y derrame de sustancias
que a menos andan, y que se estremecen.

"No quiero hablar más. (Clic.)"

a Paula Pellegrini 

Este cabeza,
sumido en la amargura,
en el vacío.

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Un cuerpo o masa,
una mente o laguna:
no sé qué tengo.

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Cómo llamarme:
pasivo, elemental,
desahuciado.

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(Nena que escupe.
¿Y si yo fuera Yayo?
Saludaría.)

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Olvido torpe:
el cigarrillo trae
tu semejanza.

domingo, 13 de junio de 2010

Qué fuerte que está Marita

Arribismo ortopédico -Cinzano-,
la mente floja, sal de neceser,
ocasional y rótula, taperas
que el prelado palpó, bien caradura.

Prosopopeya de antes, el almíbar,
cierzo y final, torácico menjunje
y la oración -presea-, pule o raspa
para después cazar, y sinapismos.

Camina con melones,
con orejones, con
tazones, tipo resma.

Desmorona alcancías,
inquiere y, si se aburre,
responde, se las toma.

martes, 8 de junio de 2010

Qué lindo amanecer entre Mormones

Atisbo o neceser, galleta o luna,
manija de los pobres,
tenida del revés, puede la clave
conectar entimemas
como vocablos idos, las alondras,
el pupo y la razón,
silbos conclusos, centro distendido,
tullidos y contusos,
y el ánade del siempre, clavas hondo
un pucho en la pared,
caduco caduceo, los reproches
que te lanzara el Albo,
ríspida conclusión, no es conducente
el tono que el ingrato
Automedonte urdiera, corolarios
o Del Amigo, pides
como garrafas, peto impresionable
que remedar, adhiero
al voto del idiota, me entumecen
los Mandamientos, alzas
entre tus manos cieno, calaveras
que no te chiflan, sueño,
ungida la estación, los desajustes
sin estructura ni
pulsión regurgitable. Nunca dice
nada de sí. Pensiero
de gibias y refranes, caminó
callada, como muelle,
desatendida por sus tres funestos,
liza y chueco sifón,
insípida legumbre. Metacarpo
tus ojos de carnero,
ceja shampoo, colágeno redondo,
cuerpo sin miriñaque
que baraja los libros como armonios
del bueno del Señor
de los humildes. Concha de melón,
reiteras anatemas,
Arístides manduca el ladrillito
que te echará. Semáforo
de tu sentina.

domingo, 6 de junio de 2010

Tirrias de Topín

Erisipela: birra o sensación,
mente ajustada, viejo
desorbitado, manto que almacena
pasitos y relojes
que indican malestar, como una cofia
desgreñada, maltrecha,
irreversible, marchan, trecho momia,
por los acantilados
de rostros y escupidas, mescolanza
colma tu arroz, el hicso
de la desgracia avanza, se desnuda
a tientas. Cortesía,
modulaciones de Metheny brotan
para hacer de pasitos
y de relojes brisa, macadam
y harén o fuelle que
colijo, perpetúa el mobiliario
de los vecinos, La
Mona Giménez ritma su después
de la oración y nadie
devuelve los insultos. Estepario,
gimo conciso, ayunas
de puro vago, incordios espectrales
que el paso y el reloj
o malestar puntúan con diademas,
como lisos cardúmenes
cardíacos, Trencito de Caipira,
y diente que se fue,
y pastillas y espartos y miseria,
manduco dos Mormones,
silba otra bala o friso en que los choros
aleccionan al barrio,
el estipendio o ropa que se estancan
en tirrias de tu sístole,
ciego, mañoso, carantoña y gallo.
Nada tiene sentido,
entonces, si pasitos y relojes,
pesar y gallegadas,
acordonado sobre la alfombrita
del malestar, odiosa
certidumbre, marcás este vacuno
con gladiolos, con alzas
y con la gata, loca que dispone
con cuatro flores una
premonición. El hicso, preservado
por un preservativo,
goma y reglita, anota mandamientos:
¿tenés el alcanfor
a mano para aguar la desventura
de nadie por la calle,
de barcito careta, minerales
limones que jurás
haber visto en Alsacia? Cigarrillo
y síntoma o don nadie.