Sé que chocó nuestra mirada como
dos astros apagados que se encuentran
una vez más, fatales en su marcha
de siglos gravitando como espectros
uno del otro, marca
antigua, necesaria. Resistí
lo más que pude tu pasar reacio,
el severo semblante, la constancia
paradojal y firme de tu luna,
de oscura lucidez; luego cedí,
alcé mi mano para saludarte
mientras bajaba el rostro, comprendiendo
que el inusual encuentro, la entrevista
habían terminado. Como dos
astros errantes cuya más lejana
noticia es ese mito de los dos
gemelos que se amaron y que el sino
separó para siempre, justiciero.
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