Pedúnculo forzoso, un mamotreto
de las horas vencidas
firmo y ventilo, diapasón de mudas
que, rata en zigzagueo
humano, deleznable, busca asirse
a picaportes de "hay".
Mi cabeza, sudada, desceñida,
óbice del mesón,
meso y columpio como por encargo,
salutación que encarna
entre idos arrecifes: el sentido,
anarquizado, late.
Todo es demás: las uñas, el pespunte
de esta canción que enjugo,
que engarzo al entimema de añorar
ese labio, ese cuerpo,
fontana y presunción del azabache
que ahoga sin partir.
Una mansión de borlas enquistadas
a tu silencio haría,
y que elevasen pautas de ganar,
solícito, nocturno,
joya y almíbar, estación y cuerdas,
contubernio feraz.
Quijote silba y Sancho es emisario
de colmenas y nudos;
la súbita pulsión y el amasijo
contra fardos de estambre
oxidan la paciencia, la mixtura
de un aldabón inmóvil.
Colapsará el dulzor de lo secreto,
sofisticada prueba,
y pasaré a negar el vislumbrado
pulmotor o dulzaina.
Transpira mi cabeza: quemará
el sueño tu fragor.
Me pediste que escuchara tu "Lección de Piano" y aquí estoy, entre conmocionada y embelesada por el color de tu música.
ResponderBorrarSi bien -como te he comentado oportunamente- no soy una lectora asidua de poesía, como aprendiz de escritora no puedo dejar de remarcar la riqueza y la maestría que detentás en el uso del lenguaje que, si bien por momentos se torna inextricable, conduce a los sentidos desde la tensión hasta la calma, desde la incógnita hasta el sosiego...
Voy a merodear más seguido por aquí, poeta nictálope, para admirar los vástagos de tus noches insomnes.
Saludos!
¿Todas esas cosas, Carito? Bueno, yo, más que agradecido por tu escucha. Visitá cuando quieras. Gran beso.
ResponderBorrar