a batallas de amor, campos de pluma
Ajenjo olvidas, currucucha infame,
sonetos que te quieren y denuncian:
un digitar minimalista escucho
y me estremezco, prez el azafrán.
Insípida mortaja, Benavente
que a todos adosás, indemostrable:
sos encía de cal o mingitorio,
Rrose Sélavy si floripondio denso.
Fumo un amargo, miro tu mirar,
adquiero vitiligo de Sarmiento,
desentumezco herrajes y muñones.
¿Puede tu seca más que el maridaje
de cuatrocientos golpes al bohío
de una emoción sin pepas? Los ordeñes
de tu estamento ¿son de acariciar?
Entre morros columbro un pasacalle
que la quena produce, cornamenta,
y con tus medias me hago mamelucos.
Isótopo veraz, munificencias
que digo entre regüeldos: la medida
de tu crisol, adviento del levante,
se densifica o mugre domeñada.
No te expondré al candor acostumbrado
ni beberé menarcas de tu adiós;
apenas si visito la pradera
en que olisqueé tu tuétano, mocosa.
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