Dejarás de escribir. Porque te pesa
la charla indiferente con que los
demás pasan sus horas, encallado
en el envión obtuso de los días.
Los días: anestesia de escandir
baba y vocales con que, displicentes,
los otros enumeran, aguanosos,
plata y placeres, y dormir después.
Y después es morir, y aquella forma,
zureo dulce en la desprotegida
adolescencia, ahora se diluye
en prácticas perladas de impudor.
Nido del ser, que brega: los plumones
de un cormorán dilapidás sin otra
necesidad que la de desligarte
de aquel mandato. Dejarás de oír.
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