Ella dormía y yo
-montículo, pradera-
leía pronunciando
versos como racimos.
Racimos que, sonoros
y suaves, cobijaban
con dulzura ese cuerpo,
oasis y penumbra.
Penumbra y relumbrar
de sus rendidos senos,
sueño reparador.
Leía disfrutando,
cuidaba ese abandono:
cumplida habitación.
Pablo querido, este comentario va en el marco de mi gran admiración por tu trabajo:
ResponderBorrarPor fin algo de aire hermano!, ya me estabas empezando a recordar emo de Capusotto.
Abrazos y risas.
AL emo, digo.
ResponderBorrarme sumo al comentario precedente, tanto en su admiración como en sus buenos deseos: ¡por muchos mas abrazos y risas!
ResponderBorrarC. O.
La verdad, Adrián, y quien más necesitaba ese aire, enteramente primaveral, era yo. Gracias por los elogios, y abrazos y risas ecadas.
ResponderBorrarMisteriosa C. O.: este poema me lo generó una mina que es un minón. :-p
Muy bueno, Pablo, el sonetillo (el diminutivo, claro, es por el metro heptasilábico, no por su valor). Y celebro tanto el logro poético como el motivo que lo ha originado. Un abrazo, tocayo.
ResponderBorrarGracias, Pablo. El sonetito, sí, pongamos que algo tenga, pero la verdad es que con lo más agradecido que me siento es con la ocasión que lo generó. Gran abrazo.
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