Sé que socavo muros,
que quiero hacerlo, en vos, como en mí mismo.
(Tu plaza pregonaba desencanto;
la mía era luctuosa
rigidez y torsión.)
Huelo tu renegrida cabellera
tan despacio y profundo que percibo
el nido en que, ocultándose,
una tibia paloma late:
acurrucada, temerosa: niña;
te tomo de la mano
y presiono buscando, sin saber
si corresponderás -¡cómo saberlo!-
al requerir. Son modos
probados del amor
-intimidad/pudor- con que dos cuerpos
intentarán cambiar
de piel y relucir
jóvenes de nuevo al sol; modos que pueden
ser descubiertos, ser inaugurados
de nuevo una vez más y por siempre de nuevo.
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