Demoníaca sombra, cada tanto
-cuando contemplo nada
al ritmo del reloj y, pesaroso,
pretendo descansar-
llega el protervo de la llama cruel:
fantasma y enemigo,
nunca consigo distraerme ni
hallar mejores armas,
otros herrajes con que defenderme
-¡cocción a fuego lento!-
de sus ataques. Ducho Maquiavelo
de lo pasado, crujo
en un cadalso, en un infierno que
late y se asienta en nada,
en nada más que en mi adorar imágenes
que, así, me sodomizan.
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