las manos de mi padre parecían
fotografiadas mansamente. el foco
que la linterna hacía (como cal,
talco impalpable que desmerecía
dicha y calor) mostraba, iluminaba
el modo de encajar fijos tornillos
a la pared (¡solapas que torcía, poderoso,
con énfasis, sin más!),
mientras los dos mirábamos el cono
de luz, como pujando o forcejeando
para ajustarlo. luego me apené:
pasarían los años, moriría
el dueño de ese cuerpo sin sentir
casi que así regresará en la imagen
para mejor pasarla: ¡sosegad!
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