Esta bolsa, chiquita,
de huesos, este cuerpo que, sufrido
y vacilante, huero,
vagaba por desiertos o temblores
--y el oasis, vedado--,
descansa ahora en tu regazo dulce.
Toco tu piel, abrazo
tu lenta suavidad, incomparable,
indefinible, intento
--pero jugando-- que tus rulos sean
un poco menos risa,
y no lo logro, menos mal, qué suerte.
Somos, entonces, los
protagonistas --cámara y milagro--
de una, nos lo decimos,
película francesa, y la función,
que no sabemos cuándo
volverá a repetirse, la queremos
inacabable. Sí:
esta piel, que por años parecía
que había muerto, pudo
volver a florecer. Y, así, respiro
entre tus brazos, joven
una vez más, en calma... Hasta que un beso,
y después otro, y otro,
dan cauce, urgidos, descarados, a
otros asuntos menos
bucólicos: el cauce se desmadra.
Viva el desmadre!! Ole!!!
ResponderBorrarbesos, abrazos y...
C. O.
:-p
ResponderBorrar