Chinos de mi lección, anoche barajamos
cuatro yuntas de queso, molar la madreselva;
y nos fuimos temiendo, escépticos y adustos,
como teme un mangrullo reconcomer la sal.
Chinos parapetados entre tizas y pienso,
lloramos escafandras y reímos la duda;
y nos fuimos tomando de la mano, y nos fuimos
a pergeñar cohechos como el fiel su loción.
Petates de sentido, brincábamos por ver
más lejos, y el ocioso de los viernes gemía;
y nos fuimos durmiendo, satisfechos y prácticos,
entre palmeras viejas que mordían la luz.
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