Hoy calla. Ayer calló. No es el silencio
lo que me agrede, sino
saberme ya el inicuo
de su rincón: ¿por qué, si no, el garrote
con que me aplasta cuando
consigo que responda?
La reivindicadora de su altar,
la que guarda la casa
y la crianza que es
una extensión, un hilo
de su prolijo templo. ¿O son miradas
sin base, y sólo busco
una crudeza arisca? La violencia
de su actitud para conmigo, para
matar cualquier conato
de incertidumbre, de
asfixia o de temor, la reconozco
ya de memoria. ¿Y qué
dirá de mí que no me dice, qué
masticará en forzada dispersión
su nicho, su Nirvana postergado
-carga conmigo-, qué
poema le saldrá que no me nombre,
que sea inconcebible para mí?
Un necesario maliciar espejos
que la protegen me
invita a descartar
lo previo. Simplemente
no quiere, no me quiere, me rechaza
como a una peste; simplemente soy
una alimaña, y rondo
tras el dintel.
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