Y bueno, era evidente:
ni vos te lo creías.
Libros de despegar,
carreras que estudiaste,
y, hoy por hoy, mojigata,
decidís lo prolijo.
Monja que se divierte,
Carnaval, y, eso sí,
confesar que es difícil,
que no es lo tuyo, que
hay familia, hay status,
y que no hay que echar mocos.
Debía suponerlo.
Debía sonreírte.
Debía acariciarte
y aceptar tus regalos.
El final, contenido
en el primer momento.
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