Lo habita una locura
lenta, continua, decibel extraño,
y manos arrugadas lo detienen
y preguntan por antes.
Y muerde los cerezos
con una furia insólita, y son años
de rechazarlos ya. Porque la noche
lo sabe vacilante.
Ardido en el jamás,
se topa, quién es quién, con otro amelo,
y sueña dicha, y se inmiscuye con
los hábitos del ángel.
Furia continua, furia sosegada.
Ramo de cinco amelos
y un único estilete. Ventolina:
ayudame a sentir.
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