jueves, 22 de marzo de 2012

Regazo y cauce

Esta bolsa, chiquita,
de huesos, este cuerpo que, sufrido
y vacilante, huero,
vagaba por desiertos o temblores
--y el oasis, vedado--,
descansa ahora en tu regazo dulce. 
Toco tu piel, abrazo 
tu lenta suavidad, incomparable, 
indefinible, intento
--pero jugando-- que tus rulos sean 
un poco menos risa,
y no lo logro, menos mal, qué suerte
Somos, entonces, los 
protagonistas --cámara y milagro--
de una, nos lo decimos,
película francesa, y la función, 
que no sabemos cuándo 
volverá a repetirse, la queremos
inacabable. Sí:
esta piel, que por años parecía
que había muerto, pudo
volver a florecer. Y, así, respiro
entre tus brazos, joven
una vez más, en calma... Hasta que un beso, 
y después otro, y otro, 
dan cauce, urgidos, descarados, a
otros asuntos menos
bucólicos: el cauce se desmadra. 

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