miércoles, 20 de octubre de 2010

Sombra de ramas, de otro tiempo, ahora

Amaste esa pared en que volvieron
un niño, su mirada, porque hacían
de puente a una olvidada eternidad,
sombra de rejas, lícito relumbre.

Tu amigo te contaba del silencio
final de todo cuerpo, y, en la noche
de la torpeza aunada, consentían
más allá de apariencias y rechazos.

Sombra de plenitud,
la visión, descarnada,
se instaló en el diván.

Sabés que la desdicha,
caminar en lo incierto,
regresará también.

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