Pavesas de sentido
ardían la otra noche.
Me volvías latido.
Mi cuerpo era materia
de un amor refrenado,
de tu mirada seria.
Y besaban tu piel
veintidós nomeolvides
y un único cincel.
Cincel que distanciaste
para mejor futuro,
que quisiste y dejaste.
Ya vuelvo a mi desierto,
Qusarat otoñado
por tus lilas, abierto.
Abierta plaza, abierta
ciudad, si tus guerreros
abatieron su puerta.
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