No me digas amigo.
Sé que cuesta partir.
Más bien contame cosas
que sean como nada.
No negués lo vivido.
Permití que se agote.
Aunque nunca te vea
ya más, aunque no me ames.
(Suena ahora tu piano,
fatal y duradero,
y mis manos recuerdan
tus manos tan en puente.)
No me llames amigo,
pero llamame pronto;
que el pienso de los pobres
de corazón no es éste.
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